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Dagma y Matías Miranda: “no queremos que el lápiz ecológico sea una moda”

Los hermanos alvearenses llevan adelante el emprendimiento “Suyana”. Precursores de un recurso que concientiza el uso de material reciclable.

24 de septiembre de 2019, 10:07.

imagen Dagma y Matías Miranda: "no queremos que el lápiz ecológico sea una moda"

Dagma y Matías durante el festejo por el 25º aniversario del ITU

Desde Bowen-General Alvear, Dagma Miranda (25), Licenciada en Gestión de Negocios de la UNCuyo, y su hermano Matías (23), Técnico Superior en Gestión Ambiental, desarrollan el emprendimiento “Suyana”, que consiste en el reciclaje de papel de diario para realizar lápices ecológicos. Sin imaginarlo, y solo pensando en el consumo responsable, crearon un recurso que tuvo un alto impacto a nivel local, nacional e internacional.  

El proyecto nació en 2018 cuando Matías debía rendir una materia de la tecnicatura, que consistía en generar un producto o servicio reciclado. Entonces, desde una situación cotidiana surgió la idea, “un día estaba mirando cómo dibujaba mi sobrinita y se me ocurrió la idea de hacer un lápiz de papel”, indicó el joven. 

De esta manera Dagma, egresada de la Tecnicatura Universitaria en Gestión de Empresas del ITU- sede de Gral. Alvear, retomó el proyecto para la tesis de Ciclo de la licenciatura en negocios. A partir de esta instancia, ambos decidieron fabricar el lápiz de papel con la técnica de reutilización, y que a la vez pudiera ser adquirido a un bajo costo ($10 la unidad).  

De ahí en más, decidieron darle forma a "Suyana" (del idioma Quechua, que significa Esperanza), para generar un cambio en los hábitos y conductas de las personas. “No queremos que el lápiz ecológico sea una moda. Es la esperanza que le queremos dar a los residuos que arrojamos diariamente, es decir, darle una segunda oportunidad y que los residuos no sean basura sino un recurso esencial  para fabricar los lápices”, resaltaron entusiasmados.  

Si bien, la iniciativa de los hermanos sureños tuvo una pronta repercusión en México, Colombia, Perú, Chile, entre otros; por el momento comercializan los lápices en Mendoza,  Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. También iniciaron una serie de capacitaciones en escuelas primarias y secundarias, donde los estudiantes muestran gran empatía en el cuidado del medio ambiente; como también, el interés de diferentes instituciones, universidades y el municipio de Alvear. .

Por último, ambos señalan que tienen grandes expectativa a futuro: “deseamos ir paso a paso para disfrutar de cada evento al que asistimos, transmitir aquellos valores que nos propusimos en el proyecto y además, seguir aprendiendo y observando la reacción y el compromiso del cuidado del medio ambiente”.  Es así que, planean realizar otros producto a base de residuos recuperados; y Matías desea finalizar con la Licenciatura en Gestión Ambiental en la UNICEN de Tandil.


Fabricación del lápiz, entre 300 y 400 por día

“Todas las etapas se realizan por separado, no es algo que se haga en un solo día. Un dia cortamos tanta cantidad de papel, otro insertamos la mina; y así con las demás etapas. Esto se debe a que es un trabajo artesanal, no se utiliza ninguna maquinaria”, detallan los jóvenes profesionales. 

Ante esto, describen que primero seleccionan el tipo de papel que se van a utilizar, verificando que esté en buen estado; es decir, que no se encuentre sucio o con restos de otros residuos. Luego pasan al cortado del papel y su posterior desinfección, para evitar cualquier tipo de contaminación cuando las personas se ponen en contacto con el producto final. 

Después de este primer procedimiento, inician el armado: se mide y corta el papel teniendo en cuenta la longitud de un lápiz convencional; se aplica pegamento del lado interno del papel y se inserta la mina de grafito; se realiza el secado solar; se saca punta; se efectúa un un pulido para quitar asperezas; y por último se coloca la etiqueta de Suyana o de la institución o empresa que los encargue.

El condimento especial que se agrega a esta elaboración es que es una actividad que  se mezcla con las tareas cotidianas de los otros miembros de la familia y cuenta con la colaboración de sus vecinos, con periódicos, revistas y libros. “Nosotros no poseemos un taller,  el espacio de elaboración es el comedor de nuestra casa. Mientras mi mamá cocina, tomamos mates o charlamos con nuestros padres, realizamos los lápices, entre 300 y 400 por día”, expresan con alegría. 

 

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